25 de enero de 2009

Mírame

Irse a vivir con Clara no había sido una decisión fácil. Ella había empezado insinuándoselo para terminar diciéndoselo claramente. El caso es que llevaban algo más de un año juntos, la cosa parecía ir en serio. Pero le costaba tanto perder su intimidad y su independencia. Aunque por otra parte, las largas noches en soledad pesaban demasiado. Clara le quería, era una buena chica y le haría feliz, al fin y al cabo ya había vivido bastante, o eso quería pensar.

Por fin se decidió a irse con ella. Sólo había una cosa de Clara a la que nunca se acostumbraría. Jamás podría soportar aquella maldita gata a la que ella tanto quería. Clara sabía que a él la gata no le gustaba nada, pero eso había sido innegociable, la gata estaba primero, -verás como al final le coges cariño-, le había dicho, pero él sabía que no, nunca, la gata le odiaba casi tanto como él a ella.

Linda era un gata blanca, preciosa, según Clara, odiosa según él. La gata siempre le miraba a los ojos, y tras su mirada había una inteligencia racional, excesivamente racional. Linda siempre le miraba atenta, a los ojos, directamente a los ojos. Cuando Clara y él se sentaban en el sofá, Linda siempre se ponía frente a él. Y le miraba fijamente, durante horas, daba igual que él cambiara de sitio o de posición. Linda siempre le miraba, directamente a los ojos. Cuando se acostaban en la cama, Linda se ponía a los pies, sin dejar de mirarle. Cada vez dormía peor, a menudo tenía pesadillas, sabía que esas pesadillas las provocaba Linda. Incluso a veces haciendo el amor con Clara había sentido los ojos de la gata clavadas en él, en un par de ocasiones ni siquiera había podido terminar. Maldita gata, le estaba volviendo loco.

Un día Clara le había preguntado en que pensaba, por qué sonreía de aquella manera. Por supuesto fue incapaz de confesarle que imaginaba la mejor manera de acabar con Linda, de hacerlo limpiamente y sin levantar sospechas. Nada, cariño, cosas mías, le había dicho.

Aquel fin de semana, Clara se iba con unas amigas, él se quedaría solo. Bueno solo no, Linda le acompañaría. Le había pedido a Clara por activa y por pasiva que se llevara a la gata. Sabía que eso era imposible, pero por intentarlo, Clara se había reído de sus miedos. -Venga, no seas crío le había dicho-, -tu gata me odia-, -nuestra gata, cariño, nuestra gata- contestó ella.

Salió al balcón a fumar un cigarro, hacía un día esplendido. Había decidido llamar a algún viejo amigo e ir a cenar, alguno de esos amigos a los que no había vuelto a ver desde su vida en común con Clara, o alguna de las viejas amigas, ¿por qué no?. De repente se volvió, había sentido de nuevo los ojos de Linda clavados en él. Efectivamente allí estaba la gata, con el lomo arqueado, el pelaje erizado, las pupilas dilatadas. Sintió miedo, sintió que iba a por él. Supo que la gata también había decidido liquidarle. Agarró el palo de hierro que servía para abrir y cerrar el toldo, echó los brazos hacía atrás para golpearla con fuerza. Linda saltó sobre su cara, él retrocedió, perdió el equilibrio. Cayó. Ocho pisos. En los largos segundos que duró la caída, en su cabeza retumbaba el adiós que Linda había pronunciado.

Hasta la próxima, o no.

P.S. Dedicado a la gata de unos amigos, que me mira mal.

18 comentarios:

  1. Cada vesz soy mas feliz con mis peces, nuestros peces quise decir...
    Que bien has escrito la historia Merce, tiene un puntiro maquiavélico que me encanta...
    Besitos varios.
    Pd: soy Leo... pero güenaaaaa. Jajaj

    ResponderEliminar
  2. Moraleja: El tabaco mata.

    Me ha gustado y me ha echo odiar la gata.

    Mientras escribía esto se me ha ocurrido un porqué a la fijación de la gata con él: "Él era el simpatico joven que anunciaba comida para gatos en la tele y aparecía retratado en todas las latas del producto".

    Besotes

    ResponderEliminar
  3. Un relato muy bueno, con un final trepidante. la gata se salió con la suya jeje... Me estás dando una idea sobre un relato de gatos... que vaya!!!Al final no sé si lo escribiré, se me ocurren tantas cosas. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  4. Los gatos son animales muy rencorosos y egoístas, y aunque lo tirases por la ventana caería de pié y se iría corriendo ;)

    ResponderEliminar
  5. Espero que no tan mal... Quiero decir que espero que no te mire así la gata de tus amigos... Tiene cierto aire Poe este relato que me da yuyu como "El gato negro"...
    Saludos...

    ResponderEliminar
  6. Ufff, siempre bordas el suspense...

    A mí esa gata me resulta odiosa. Y no hablo sólo de la descrita sino también de la ilustrativa.

    Muacs.

    ResponderEliminar
  7. Mi gato Capu no tiene nada que ver con esa arpía. Esas son las que dan mala fama a la especie¡¡¡
    El mío es más bueno que el pan y no le pillas una mirada "racional" aunque le hagas 200M fotos. Normalmente está en babia y solo se espabila un poco cuando oye que le echas la comida o cuando vas al baño... Le da morbo ponerse a tu ladito mientras meas... Pero debe ser por el ruidito o algo, no porque le vaya la lluvia dorada, que tanto coco no tiene ni de coña.

    Kissesm Merce

    ResponderEliminar
  8. Los gatos me caen simpáticos, aunque nunca uno...


    La palabra que me pone paera validar el comentario es CHOTA, lo juro ;-)

    ResponderEliminar
  9. A mi tampoco me gustan los gatos... pero tengo la ventaja de que no saldré a fumar al balcón y de que vivo en un primero.

    Esa j*** gata se la tenía jurada. Pobre.

    Me gustó, Merce. Saludos

    ResponderEliminar
  10. Ja, ja, ja, muy bueno, pues yo hubiera dejado caer a la gata, solo para comprobar si tienen 7 vidas... y cuando llegará Clara decirle que ese dicho esta mal dicho, je, je, je...
    Aunque no se que decirte, leí el libro de Stephen King, Cementerio de Animales, y igual la Gata blanca resucita y me sigue mirando mediomuerta.
    Buena historia, da que pensar...
    Me quedo con la Cobaya "Lluna" de mi niña, es un bicho muy agradable y muy simpático.

    ResponderEliminar
  11. Eria, cuidadito con los peces... no les mires a los ojos :P. Yo soy tauro, embisto, pero ná más

    Uno, y la gata estaba empachaíta...

    Moderato, esperaré a tus mininos...

    Paco, la gata de estos amigos, cayó desde un tercero... y ahí sigue

    Borraeso, un pco si me acongoja la gata...

    Miss, la verdad es que en cuanto vi la foto, supe que era ella...

    Borraeso, si bonita es, pero tiene una cara de mala leche...

    Novi, a ver si tu gato va a estar salido perdido...

    Enrique, a mí me caían simpáticos hasta que uno me cruzó el muslo entero con sus uñitas, de lado a lado... ejem, lo de chota...

    Landa, yo tampoco saldrá a fumar al balcón y también vivo en un primero...

    Vicky, la gata resucitada era el otro final alternativo...

    ResponderEliminar
  12. ¡Qué gata tan maja! ¡Aggg! Bueno, tengo que decir que los gatos, como todos los animalillos de bosques domiciliarios y naturales, me gustan mucho. Esta gata...
    Un beso.

    ResponderEliminar
  13. Es divertido el final. La gata no quería intrusos y no se anduvo por las ramas.
    Claro que una caída de ocho pisos... Un poco heavy. Yo creo que con meterse una buena culada el fulano ya habría captado el mensaje.
    Saludos

    ResponderEliminar
  14. ¡Qué fuerte! Vaya final, el pobre. Clara va a alucinar cuando vuelva... :P

    Con lo que me gustan a mí los gatos.

    Buen relato, Merce.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  15. Jesús, fíjate que los animales y yo... no, no...

    Food, me alegro de que el final te parezca divertido :-))

    Bornne, yo es que creo que Clara esconde algo... ;-)

    ResponderEliminar
  16. Me gustó el relato. Entre la gata y la muñeca de tu hija llevas una vida de lo más inquietante. :P

    ResponderEliminar

Pues vosotros diréis...